- Mejor.
- En nuestro último encuentro no tuvimos tiempo de hablar sobre su trabajo.
- ¿Qué trabajo? Estoy jubilado.
- Exactamente. ¿Y cómo se siente al respecto?
- ¿Que cómo me siento? Perfectamente; mi mujer me dejó, me he jubilado, no soy capaz de salir de casa, tengo depresión y cada día hago un tipo de té diferente. Estoy perfectamente.
- Hablemos de lo de no ser capaz de salir de casa.
- Me diagnosticaron agorafobia hace un año.
- ¿Y cómo te sientes al respecto?
Pedro arqueó una ceja.
- Mal.
- Entiendo. Intentaremos una cosa para solucionar eso: Saldremos al porche.
- ¿Qué? No.
- Solo un pasito. Será como mirar por la ventana pero con aire fresco. Vamos.
Pedro vaciló durante un rato. Se quedó sentado en la silla mirando fijamente la puerta.
- Yo...
- Vamos.
Se puso en pie con desgana y caminó lentamente hacia la salida. Giró el pomo y abrió la puerta.
- Vale hasta aquí llego.
- Por favor, da un paso. Solo uno.
- Ni hablar.
- Vamos...- suplicó el psicólogo.
- ¿Sólo uno?
- Solo uno.
Levantó un pie pero lo dejó suspendido en el aire.
- Un poco más...-susurró su acompañante.
Balanceó el pie y lo apoyó suavemente en el exterior.
- Ya casi...
Se disponía a levantar el otro pie cuando un perro ladró.
- ¡No puedo hacer esto!
Y salió corriendo hacia el salón. El psicólogo dejó caer su cabeza contra el marco de la puerta. Suspiró para tranquilizarse y se dirigió a la posición de Pedro.
- Ya casi lo tenías, Fuentes.
Pedro se desplomó en su sillón y cerró los ojos.
- ¿Es un sillón nuevo?
- Lo compré hace unos meses.
- ¿Fuiste a la tienda?
Fuentes abrió los ojos y giró la cabeza hacia el doctor.
- Internet.
- Me gusta el color.
- Creo que la sesión ha acabado.
- Me temo que sí. Pero antes, quiero ponerle deberes.
- ¿Tengo pinta de estudiante?
- Escúcheme un segundo. Lo que voy a pedirle es sencillo y a la vez complicado. He podido contemplar que usted tiene una silla mecedora en el porche.
- Así es.
- Bien, pues quiero que la use.
- No creo que...
- Para la semana que viene, en nuestra próxima sesión, quiero que me reciba sentado en esa silla.
Pedro abrió los ojos como platos y empezó a reir.
- No es cosa de broma señor Fuentes. Creo que le sentará bien. Hágalo como le parezca mejor, pero el martes que viene le quiero sentado en esa silla. Que tenga un buen día.
Tras irse Pedro se dirigió a la cocina.
- Que tenga un buen día.- digo en todo de burla.
Giró la cabeza hacia la derecha y miró por la ventana.
- Ojalá pudiera hacer lo que me pide, doctor.
~ Continuará...
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